Por el Académico de Número, don Roberto Selles
El 6 de agosto de hace exactamente dos años, pretendió hacernos creer que se había marchado de la vida. Pero no se lo creímos. Porque Nira Etchenique, pertenece a ese tipo de gente que nunca se va.
Se nos quedó en más de una docena de libros que la mantienen viva: "Mi canto caído" (1952), "Esta tierra puesta en soledad" (1955), "Horario corrido y sábado inglés" (1957), "Alfonsina Storni" (1958), "Los dueños del hambre" (1959), "Roberto Arlt" (1962), "Diez y punto" (1965, con cuatro ediciones), "Sur" (1966), "Último oficio" (1967, con tres ediciones), "Tempestad es la palabra" (1971), "Persona" (1979), "Judith querida" (2000) y su última obra, "Vox populi" (2003), que fue presentada en nuestra casa.
También está viva en sus tangos: "De charco y jazmín" (con Héctor Stamponi), "Réquiem para Discépolo", "De mi barrio, Flores", "Chau, viejo", "Fue la ciudad" (los cuatro con Sebastián Britos) y "Nelly de barrio" (con Alfredo Lescano y el autor de estas líneas), tangos que sonaron en las voces de Rosita Quintana, Fernanda Rusek, Alberto Vega y Alfredo Lescano. Más allá de la canción de Buenos Aires, ha sido autora de la canción latinoamericana, con "Tú no eres buen americano", que lleva música de su hija Gabriela Adelfang.
A propósito, fue madre de otros tres hijos, Pablo, Claudio, y Sandra; los iniciales, de su primer matrimonio, con Montague Adelfang y la última, del segundo, con alguien que, como ella, fue otro de los grandes poetas de Buenos Aires, Mario Jorge de Lellis. A su vez, Nira era hija de Ricardo Etchenique y Angélica Manuela López, familia que se completó con su hermano menor Alejandro Horacio, y su arribo al mundo tuvo lugar en Flores, el 26 de marzo de 1932.
En 1963, conoció a Julián Centeya. "Yo estaba corrigiendo mis notas en Haynes -nos refirió- y de pronto veo una revista con mi retrato; era un comentario sobre mi libro 'Horario corrido y sábado inglés', firmado por un tal Juan Sin Luna. No sabía quién era. Me informaron que se trataba de Centeya y me quedé totalmente electrizada. Me lo presentó Sigfredo Pastor, que era diagramador de aquella revista. Ya después, la amistad se hizo entrañable". Y aunque ella era ya tanguera, él la inició como autora de tangos: "Julián tenía el berretín de que yo escribiera letras de tango. 'Vos tenés que ser el Homero Manzi con polleras', me decía".
Alguna vez, un editor señaló que fue "una de las más altas voces femeninas de la poesía argentina de todos los tiempos"; podríamos agregar que también lo fue de la narrativa y el ensayo. Pero -como ese mismo editor advirtió- su trayectoria se encontraba "en abierta contradicción con la difusión, el conocimiento y el reconocimiento a que se ha hecho legítimamente acreedora". Y es que Nira fue, además de poeta, cuentista, novelista, ensayista y periodista; todo en igual altura de calidad. ¿Es posible que, en estos tiempos que corren, se desvalorice tanto lo realmente valorable..?
Su voz -única- quedó registrada en el longplay "Diez y punto", grabado en 1967, que acaba de obtener afortunadamente su versión en compacto. Ese disco, sus libros y sus tangos nos la recordarán para siempre. Particularmente, nos la recordará, además, la inolvidable amistad que nos hermanó -también para siempre- más allá de la dolorosa partida que se inventó el 6 de agosto y que nos empecinamos en no creer. Estaremos con ella cada vez que abramos uno de sus libros.
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