(A Nira Etchenique)
Pusiste a punto
el diente en la manzana
el ojo en la tiniebla
la mano en el vacío.
Pusiste a punto
el corazón en su latido
la oreja en el silencio
la lengua en la pasmada piel
el latido en la sangre
la vigilia en el sueño
el tiempo en el presente continuo.
Pusiste a punto
el sudor en la nuca
el labio en la palabra
el dolor en el grito
el pétalo en el aire
la ternura en el gesto
el delirio en los bordes
el mar en las arenas
la quietud en el polvo
lo propio en el afuera
la verdad en la duda
el número en la suma
la tinta azul en el papel esquivo.
Pusiste a punto
la bronca
la resistencia
el extremo coraje.
También pusiste a punto
el renegrido humor
el mate a media tarde
y la copa de tinto
ya casi madrugada.
Pusiste a punto
la soledad en la calle
el sueño en los livianos párpados
la inteligencia en la cornisa
el horizonte de la recta final
el antiguo verde de los jugos
el puño apretado sin moneda
el paisaje de las cuatro estaciones
y seguro que a Vivaldi
lo pusiste a punto
dentro de algún vinilo indestructible.
Te pusiste a punto
sin mirarte en espejos
viéndote como te conocías
apoyándote en las miradas
de otros ojos amados
a los que reconociste
como tuyos
y a los que esperaste
para sentir un último calor.
Pusiste a punto
finalmente
la alegría
la lágrima
el temblor
y cortaste los lazos
que habías puesto a punto.
Desataste los nudos
y te fuiste
Pedro Nalda Querol , agosto 2005
jueves, 11 de octubre de 2007
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